El Expediente Errante
Cuenta la
leyenda que, desde hace muchos años, circula por el Edificio de Oficinas un expediente errante. Desde
que fue abierto jamás se detuvo. Puede dormir algún tiempo en alguna oficina,
pero tarde o temprano vuelve a circular. (Y ha pasado ya por todas las oficinas
del Edificio y en cada una de ellas el Expediente ha sido trabajado.) No se sabe
si es de un Oficinista, de un Prestador o de un Proveedor. Y se le llama
Expediente cuando bien podría ser una Actuación. Ni siquiera es recordado con certeza
su número. Lo cierto es que quien lo abrió, hace mucho ya que entró en los
abismos del tiempo.
Algunos
teóricos han lanzado suposiciones acerca del Expediente Errante:
–
No lo abras en la
foja 78 porque te sobrevendrá una desgracia.
–
Quien lo abra en
la foja 13 morirá.
–
Quien presione
los troqueles de la foja 32 en determinada secuencia especial se verá a sí
mismo tal como es.
–
Aquel que abra el
Expediente en la foja 101 reirá con inmensa alegría y llorará con inmensa tristeza.
–
El que vea la
firma que figura al final de la nota de la foja 2.331 lo olvidará todo de su
existencia.
Otros teóricos
son más prosaicos, demasiado prosaicos:
–
Quien abra el
Expediente en la foja 14, lo recorra y lo cierre en la 523 enfermará de gripe.
–
Aquel que doble
la foja 50 ó la foja 214 le perderá una canilla o se le vencerá una boleta.
–
Quien vea la foja
320 en un día de lluvia olvidará algo en un supermercado chino.
–
El que desenrolle
una tira de sumas abrochada en la foja 231 tendrá un empacho.
–
El que toque la
factura de la foja 723 perderá el colectivo.
El problema es
que no conocemos al Expediente.
Y, si hemos de
dar crédito a los teóricos, todos tuvimos una desgracia alguna vez; todos
moriremos algún día; todos tenemos una idea más o menos acertada de cómo somos
nosotros mismos (aunque sea un poquito e inconscientemente); todos hemos
llorado y hemos reído abundantemente alguna vez; y
todos también nos hemos olvidado de algo.
Por otro lado
todos también tuvimos gripe; todos tuvimos problemas con la grifería en casa o se
nos venció una boleta y la tuvimos que pagar con recargo; todos hemos olvidado
aunque sea una vez en la vida algo en un “chino”; a todos se nos atravesó algo
en la barriga; y a todos alguna vez el colectivo siguió de largo sin pararnos.
Mi teoría es
que, tal vez, todos hemos tenido ya, aunque sea un momento, al Expediente
Errante en nuestras manos.
Caramba, yo
también ya me convertí en uno de esos teóricos del Expediente Errante.
Es tarde.
Mejor me voy a dormir.