Fe, media fe y ninguna fe
En los antiguos días tres hombres emprendieron una peregrinación. Uno era sacerdote, otro una persona virtuosa y el tercero, un viejo vagabundo con su hacha. En el camino el sacerdote habló del crecimiento de la fe.
“Vemos las pruebas de nuestra religión en las obras de la naturaleza”, dijo, golpeándose el pecho.
“Así es”, dijo la persona virtuosa.
“El pavo real tiene una voz muy áspera”, dijo el sacerdote, “así lo afirman nuestras escrituras. ¡Qué alegría! “, exclamó, con una voz que era un gemido. “ ¡Qué consuelo! ”
“Yo no preciso semejante prueba”, dijo la persona virtuosa.
“En tal caso, tu fe no es razonable”, dijo el sacerdote.
“Grande es la verdad y prevalecerá”, exclamó la persona virtuosa. “Hay lealtad en mi alma; estemos seguros de que hay lealtad en el alma de Odin”.
“Ese es un mero juego de palabras”, replicó el sacerdote.
“Una arroba de esos dislates nada le importa al pavo real. ”
En aquel momento pasaban junto a una granja en la que había un pavo real. El pájaro abrió el pico y cantó con la voz de un ruiseñor.
“¿Y ahora qué me dices?“, preguntó la persona virtuosa.
“A mí esto no me inquieta. Grande es la verdad y prevalecerá.”
“Que el diablo se lo lleve al pavo real”, dijo el sacerdote y durante una milla o dos estuvo muy triste.
Pero después llegaron a un santuario, donde un fakir obraba milagros.
“ ¡Ah! “, dijo el sacerdote. “Aquí están los genuinos fundamentos de nuestra fe. El pavo real era un detalle.
Esta es la base de nuestra religión”. Se golpeó el pecho y gimió como si sufriera de cólico.
“Esto no es nada para mí”, dijo la persona virtuosa.
“ ES tan impertinente como el pavo real. Creo porque sé que la justicia es grande y prevalecerá. Este fakir podrá seguir haciendo pruebas hasta el día del Juicio Final, sin embaucar a un hombre como yo”.
Al oír sus palabras el fakir se indignó de tal manera, que sus manos temblaron y mientras obraba un milagro las barajas se le cayeron de la manga.
“¿Y ahora qué me dices?” preguntó la persona virtuosa.
“Sin embargo, a mí no me inquieta”.
“Que el diablo se lleve al fakir”, exclamó el sacerdote.
“No hay ninguna razón para que sigamos peregrinando.”
“No desmayes”, exclamó la persona virtuosa. “Grande es la justicia y prevalecerá”.
“¿Estás seguro de que prevalecerá”, dijo el sacerdote.
“Doy mi palabra”, dijo la persona virtuosa.
El otro prosiguió su camino con el corazón amargado.
Al fin alguien llegó corriendo y les dijo que todo estaba perdido y que los poderes de la sombra habían sitiado a las Moradas Celestiales, que Odin iba a morir y que el mal triunfaría.
“Me han engañado burdamente”, exclamó la persona virtuosa.
“Todo está perdido”, dijo el sacerdote.
“Espero que no sea demasiado tarde para entendernos con el diablo”, dijo la persona virtuosa.
“Espero que no”, dijo el sacerdote. “En todo caso haremos lo posible. ¿Pero qué estás haciendo con tu hacha?“, le dijo al viejo vagabundo. El viejo vagabundo contestó:
“Voy a morir con Odin”.
FIN
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